Experiencias

Rodolfo Salas: Facilitador y potenciador sobre conocimientos de liderazgo, estrategia, marketing y gestión de los negocios.

Fortalezas: Dirigir, inspirar e integrar a otros con una gran energía, Aceptar cambios de forma positiva, Desarrollar relaciones con otros, Ser más visible y Tener un alto grado de compromiso.

sábado, mayo 03, 2014

Qué hacer con los empleados que odian la tecnología

"Tras que éramos pocos." Aquí aparece la figura de la abuela tardíamente procreadora, donde el refrán redondea la idea de una multitud inabarcable. Podría aplicarse a las distintas variantes de discriminación, por color de piel, religión, edad, país de origen, nivel social, género, orientación sexual, etcétera. La detección temprana de nuevas segmentaciones puede anticipar la construcción de nuevas leyes regulatorias, con todo el esfuerzo que implica en materia de discusiones encontradas, cuando la discriminación ya esté instalada.
Por ello es importante destacar la sutileza de un artículo de la revista Forbes, titulada Cómo gestionar a los tecnófobos (o sobrevivir como un ludita). Este último término, ludita, es particularmente interesante porque remite a un movimiento gestado en Inglaterra, a principios del siglo XIX, oponiéndose a las máquinas que reducían los puestos de trabajo.
A fines del siglo XX empezó a insinuarse que no recibían el mismo trato o eran valorados de igual manera aquellos empleados que se manejan con facilidad con las nuevas tecnologías informáticas, respecto de los que se resistían de manera más o menos sistemática a incorporarse a los nuevos medios disponibles. En las empresas empezó a convertirse en un problema, por varios motivos. Uno fue la diferencia entre los nativos digitales, identificados con los más jóvenes, en contraste con los inmigrantes digitales, es decir, quienes se han criado en un entorno donde la computación es el medio natural en el que se movían.
Los otros, como cualquier inmigrante, debían pasar por un proceso de adaptación, doloroso o no, según el caso. En este último grupo pueden incluirse los tecnófobos, aunque tal denominación es un poco extrema. Tomas Chamorro-Premuzic, profesor de Psicología Organizativa en la University College London, define: "La tecnofobia raras veces es un todo o nada. Es importante fijarse en la dicotomía tecnofóbico-tecnofílico como un asunto de grados. No todos los empleados están interesados en los últimos avances tecnológicos, pero eso no los convierte en tecnófobos". En los hechos, muchos de los inmigrantes han pasado de condición, y se han incorporado sin problemas a los nuevos recursos.
¿Qué hacer con los tecnófobos? El artículo menciona varios abordajes. En primer lugar, entender sus dificultades. Inmediatamente después, avanzar en estrategias específicas de capacitación o apoyo, para que desaparezca esa famosa expresión defensiva yo de computación no sé nada ni me interesa. La cuestión es que los medios electrónicos ya están instalados e incrementan exponencialmente la productividad, por lo que es prácticamente imposible rechazarlos, así como lo fue el avance del teléfono.
También es cierto que hay una avalancha de aplicaciones que generó la otra tendencia extrema: los tecnofílicos. Y vuelven a producirse, también, los clásicos temores, donde el jefe tecnófobo siente que depende demasiado de sus supervisados, hábiles en el manejo de los últimos programas. Este temor es fácil de abortar.
Un jefe, cualquiera que sea, siempre depende de sus empleados, por más que se quiera ver al revés. Su responsabilidad consiste en coordinar sus tareas, no en realizarlas. A menudo no puede -ni debe- saber todo, sino aprender de ellos, utilizar su propio criterio y tomar decisiones. Los avances de la tecnología sólo han puesto nuevamente a la luz los viejos temas de gestión.

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